Texto y Fotos, Carlos Lázaro
La Música
es un lenguaje universal que no requiere sino las fibras del corazón para
alimentar la amistad entre las personas y las naciones. Uno reconoce paisajes y
culturas a través de la música, y también es cierto que uno vive marcado por la
música aun antes de nacer, desde la percepción misma del latir del corazón
materno.
Las
ciudades crean sus géneros y tipos de música característicos, así Nueva Orleans
es el Jazz, el bossa nova es Río de Janeiro, en Buenos Aires impera el Tango y
el son jarocho, tiene letras, ritmos y paisajes que solo pueden provenir de
Veracruz y la Ciudad de México, ha sido también desde siempre un lugar de
confluencias, aquí llega todo tipo de música y se difunde, la CDMX tiene ese
papel de centro de difusión musical de carácter internacional.
El Son
Jarocho es algo más de lo que comercialmente conocemos como "la alegre
música de Veracruz", pues en realidad, en sus antiguas bases, el Son
Jarocho, no solo le canta a la alegría, que es representativa de la gente de
Veracruz, sino que también, desde sus coplas ha sido un relator de la vida dura
y triste de todos los tiempos y las eras culturales de esas tierras de
sotavento –litoral de Veracruz-
Hace
algunas semanas concluyó en el Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de
México, el cuarto encuentro de Son Jarocho, que reunió a lo mejor y más
representativo de este género en los espacios abiertos y jardines del CENART
(Centro Nacional de las Artes), un espacio que desde hace ya años es un sitio
primordial para la difusión del arte y la cultura en la Ciudad de México.
la quijada de burro, elemento esencial del son jarocho
El Son
Jarocho, más que cualquier género de los múltiples que integran la música
mexicana, es sin duda el que lleva impreso el carácter de costa tropical, en el
que igual se mezclan elementos provenientes de la raíz europea, africana e
indígena, lo que le da ese sentido de bailable versificado, con un sello
también andaluz, que proveniente del siglo XVI evoluciona y alcanza su forma
característica hacia el siglo XIX, uno de los géneros más hermosos con que
puede contar el país.
La música
comercial y el avasallamiento cultural que ha venido a provocar la
marginalización de los géneros tradicionales de música, no han podido sin
embargo contener la generación de nuevos mitos musicales en el son jarocho.
La edición
del 4o Encuentro de Son Jarocho, Fiesta de las Jaranas y las Tarimas, con tan
grande aforo en los espacios abiertos del Cenart, el 24 de abril pasado
durante la clausura, que pude constatar el gran cariño que el público profesa
al son y que se ve más vivo que nunca, convirtiéndose además en la música que
se transforma en un clamor por la paz.
La clausura
estuvo a cargo de dos grupos de son veracruzanos de primer orden, los Pájaros
del Alba y una verdadera institución de la música jarocha, los Utrera.
Los músicos
encendieron los ánimos y se comenzó a ver a la gente bailar, recordando sin
duda la alegría de la costa veracruzana, fue una verbena al ritmo de las
jaranas que recordaba lugares como Tlacotalpan, Cosamaloapan, Alvarado,
Veracruz, Cardel, y esto cobijado bajo el cielo de la CDMX.
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