Texto y fotos. Carlos Lázaro
El arte contemporáneo es
muchas veces un enigma, sobre todo para aquellos que estamos habituados a
revisar el arte en el sentido meramente clásico donde brillan los cuadros de
Delacroix, los Villalpando o los muy expresivos cuadros de Goya, y donde el sentido
moderno se ubica en el gusto particular sobre los lienzos de un Diego Rivera
fantásticamente cubista o sobre la dinámica neurótica de un cuadro de Jackson
Pollock. El arte de más acá de eso y sus fronteras con la desaparición del arte
en pro del minimalismo conceptual, se vuelve un terreno difícil de apreciar e
incluso de llegar a considerar arte. En todo caso, arte, en uno de su sentido
más simple, es “aquello que está hecho con las manos”.
El arte contemporáneo, entre
sus adeptos más radicales entra en dicha controversia, aquella de ¿acaso esto
es arte? Lo más importante en esta controversia es que corresponde a cada
espectador el dirimir dicha controversia a modo muy personal. La galería Arroniz de la Ciudad de México, se
precia regularmente de incluir en sus exposiciones a artistas muy audaces que
crean piezas propias del arte contemporáneo que entran en esta controversia
sobre la percepción del arte.
A principios del mes de
febrero, la galería Arroniz, que se localiza en el número 43 de la Plaza Río de
Janeiro en la Roma, un evocador lugar de la gran Ciudad de México y como parte
de los eventos que se realizaron en torno a Zona Maco, abrió la exposición “Impermanencia,”
en la que los artistas Mauro Giaconi y Mónica Espinosa confluyen en este
espacio con dos diferentes propuestas.
Por un lado Mónica Espinosa,
trae hacia la vista del espectador una serie de construcciones con diferentes
objetos cotidianos en los que de su común denominador, es que provienen del
proceso consumista del mundo en el que su amontonamiento forma parte de un
destino final. Mónica Espinosa los sustrae de este amontonamiento cotidiano y
los convierte en una metáfora artística incluso en movimiento, lo que los
convierte así en “arte objeto”.
Por su parte Mauro Giaconi, de
profesión restaurador, había expuesto un mural en grafito en la misma galería
en 2012 mismo que plasmó sobre el enlucido de tablarroca –muro falso- de aquel
lugar. Los años y necesidades de Arroniz cubrieron aquel mural con capas de
pintura vinílica. La propuesta de Mauro fue arrancar aquel viejo mural en
trozos, retirar las capas de pintura que lo cubrían y darle nueva vida a través
del resurgimiento utilizando técnicas de restauración.
Al entrar claro, a la galería,
se aprecian el muro devastado en donde estuvo el mural de Mauro Giaconi y a lo
largo del piso y el muro bajo se observan los trozos de la tablarroca con
secciones de aquel mural de grafito. Todas las piezas claro, están a la venta,
como es de imaginar en cada intervención del arte contemporáneo. Hay mucho de
romántico y audaz en rescatar un viejo muro pintado y en rescatar secciones de
una vieja imagen para re-traerlas al presente, ese es quizá parte de un
ejercicio artístico y también arqueológico que les invito a conocer por estos
días en la galería Arróniz.